lunes, 12 de septiembre de 2011

El ratón y la luna

Cuándo el ocaso se hacía latente en el espeso bosque, el pequeño ratón subía a la copa del árbol más alto del lugar. Cuándo el azul del cielo daba paso al baile de los colores cálidos que formaban el atardecer; cuándo el sol se hacía una enorme bola naranja brillante y se asomaba, vergonzosa, la primera estrella; cuándo las lurciénagas empezaban a juguetear bajo los sauces y los grillos comenzaban a tocar su melodía... Cuándo llegaba la noche, el pequeño ratón sentía un enjambre de mariposas en su diminuto estómago... Y es que el en el bosque más hermoso de la tierra se hallaba un roedor enamorado de la luna.
Se pasaba la noche mirándola con expresión soñadora. Daba igual que hiciera frío o calor, que nevara o que calleran chuzos de punta... Daba igual que se encontraran depredadores acechando en las sombras... Él se mantenía erguido, en la copa del árbol más alto, mirando la pálida tez de su amada.

Todos los animales del bosque conocían la debilidad del pequeño ratón; todos miraban su silueta recortada en el horizonte; todos susurraban sobre el amor imposible; todos ponían en duda la cordura del roedor...

Y la luna ni siquiera daba cuenta de su existencia...

Él sabía que era pequeño, que era frágil, que no era nada especial... Sabía que la hermosa luna nunca se fijaría en él, pero sólo con verla, con sentir aquella sensación maravillosa en su interior, se sentía el ratón más dichoso del mundo.

Y llegó un invierno inusualmente duro. El frío helaba la música de los grillos y el fulgor de las lurciérnagas, el frío era cortante, hiriente... Y se hacía letal cuando el astro rey daba paso a la noche. Ningún animal se atrevía a salir de su madriguera... Ningún animal menos nuestro pequeño roedor, que cuando la primera estrella aparecía en el cielo anaranjado, subía a la copa del árbol más alto del lugar.
Y una mañana, cuando el cálido sol empezaba a deshacer el rocío helado que pendía de las briznas de hierba, cuando los animales empezaban a salir de sus escondrijos, vieron al pequeño ratón en el árbol.
Algunos treparon extrañados y entonces se encontraron con el cuerpo sin vida del roedor. El pequeño ratón había muerto congelado mientras se mantenía erguido mirando a la luna.

Los animales lo lloraron durante todo el día y durante toda la noche. Cuando la luna reinó en el cielo oscuro notó una tristeza palpable. Se giró hacía el bosque más hermoso del mundo y preguntó el porqué de tanta desdicha. Los animales, uno a uno, le fueron relatando la muerte del pequeño roedor; del amor que sentía él por ella; de la sonrisa de enamorado que ponía cuando la oscuridad envolvía al bosque; de las mariposas que decía que notaba volar en su interior; de sus noches en vela... Y la luna se sintió tremendamente triste. Nunca había reparado en él y sin embargo hoy se sentía diferente, más sola... Derramó lágrimas por su pequeño amante. Pidió que le entregaran el cuerpo del ratón y lo colgó de la bóveda celeste, formando la constelación más bella del mundo. El pequeño ratón ahora descansaría a su lado para siempre.

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- Es curioso -, dijo el señor Búho mientras miraba las estrellas -. Durante su vida, cuando sólo tenía ojos para ella, la luna ni siquiera sabía de su existencia... Y ahora que la luna llora su muerte cada noche, ahora que su cuerpo se encuentra tan cerca de su amada... Ahora, el pequeño ratón que trepaba a la copa del árbol más alto cuando caía la noche, el ratón enamorado de la luna, no podía ver que por fin era correspondido.

2 comentarios:

pin_panda dijo...

jope nena, qué triste! T__T

pero me ha gustado, sobretodo la repetición de el arbol más grande del bosque... no sé, ya ves tu qué chorrada! ^^

Rukia dijo...

Jajajaja, sí que es triste... Y lo más triste de todo es que es algo muy común... Cuando estoy triste escribo mejor, aunq luego lo que escribo queda impregnada de esa desdicha... Quien no me conozca y lea mi blog se va a pensar que soy emo! XDDDDDD
Me encantan utilizar ese tipo de recursos lingüístico, le dan al mensaje un toque súper dulce.