viernes, 20 de febrero de 2009

La generación de los 80 o los jóvenes melancólicos

A veces tengo la sensación que los que pertenecemos a la generación de los 80 tendemos a tener un cierto aire de melancolía. Cierto es que el ser humano tiende a mitificar el pasado; ya lo decía el mismo Jorge Manrique en uno de los versos de su archiconocida ‘Coplas por la muerte de su padre’. Especialmente se tiende a mitificar la infancia. Siempre he pensado que los recuerdos son de un material voluble a los que la mente humana da forma según la conveniencia. El caso es que, independientemente de la generación a la que pertenezcas, cuando comparas el pasado con el presente, este último sale terriblemente desfavorecido. Sin embargo el aura de melancolía sólo suele rodear a la generación de los 80. Personalmente creo que los ochenta fueron unos años de una gran explosión tanto a nivel creativo como de pensamiento. Unos años caracterizados por el charol y las mallas de colores chillones. Unos años con un ‘hortera’ muy estiloso y característico.
Nosotros hemos crecido viendo a Spilberg, Leticia Sabater, ‘Bola de dragón’… Hemos bailado escuchando a ‘Alaska’, ‘Bon Jovi’, ‘Supertram’, ‘Iggy Pop’… Nosotros, hemos pasado las tardes comiendo sándwiches de Nocilla mientras jugábamos con nuestra Ness o nuestra Nintendo. Hemos aprendido inglés con Muzzy, a contar con ‘Barrio Sésamo’, a leer con las Historias de Teo, nos hemos formado con la EGB…
A nosotros, niños entonces, se nos dejaba ver un futuro prometedor. Pero el mundo debió cambiar demasiado deprisa… Ahora somos jóvenes mileuristas (quien tenga la suerte de cobrar como mínimo 1000 € al mes), dependientes de ayudas para pagar un mísero alquiler, trabajando en la mayoría de ocasiones con unas condiciones deficientes… Jóvenes en un mundo que no entendemos muy bien y preguntándonos dónde empezamos a perder el norte. Chicos y chicas, a punto de cumplir los 30, que lo único que nos queda como consuelo fue tener una infancia demasiado feliz. Bien mirado, quizás es normal que sobre nuestros hombros recaiga la melancolía y la tristeza de quien tuvo un pasado esperanzador escrito sobre un trozo de papel mojado.