martes, 7 de octubre de 2008

Las píldoras de la felicidad

Iba yo caminando hacia el metro esta tarde, cuando se ha levantado un leve viento. Al levantar la mirada he visto a los gigantescos plataneros meciéndose sinuosamente. Me he parado, omnuvilada por semejante visión. Era como ver a unos viejos gigantes danzando al son de una hermosa melodía... No sé, me ha resultado increíblemente poético. He seguido andando y de repente me he encontrado sonriendo como una tonta mientras recreaba la imagen en mi mente. Resulta extraño como algo tan simple, tan cuotidiano, pueda proporcionarte esa sensación de bienestar; ha sido como tomar un chupito de felicidad.
No sé si será el estrés causado por el ritmo vertiginoso al que estamos condenados a vivir; pero a veces olvidamos que la verdadera felicidad se halla en los pequeños detalles. Son como pequeñas píldoras de felicidad repartidas en nuestro día a día; sólo tenemos que pararnos un poco para verlas y disfrutar del placer que nos proporcionan.
Esta pensando en estos momentos durante el trayecto en metro (es lo que tiene el metro en hora punta; que la avalancha de gente hace que tu mente tome precauciones creando una especie de burbuja aislante, donde, a veces, te da por pensar en nonadas) y resulta que mi vida se encuentra plagada de ellos: cuando la calidez ligera del sol otoñal acaricia mi cara; cuando paso al lado de el Palau de la Música (tengo la suerte de trabajar al lado de esta maravillosa obra arquitectónica) maravillándome con sus formas y colores; cuando mi gato se acuesta sobra mis piernas y ronronea; cuando llego a casa tras el trabajo y me descalzo... Son momentos que vivo casi a diario y que nunca me había parado a pensar lo que significaban para mí.
Os animo a que penséis en las cosas que os hacen felices a vosotros, en vuestras píldoras de la felicidad, y a tomarlas sin medida algunas... Son mano de santo.

5 comentarios:

Osore dijo...

Acabas de describir el verdadero sentido de la vida. Por desgracia no apreciamos algo hasta que lo perdemos y es entonces cuando nos damos cuenta de lo importante que era para nosotros. Puede ser un detalle minúsculo, sencillo y sin aparente importancia, pero es necesario para sobrellevar el día a día.
Es hermoso que alguien nos lo recuerde, aunque siempre volvemos a olvidarlo.

Un saludo.

pau dijo...

A mí me gusta cuando estoy en la playa y es casi de noche. Mirando la marea y la luz del faro te olvidas de que es Galicia y que hace un frío de cojones, que sigues sin saber lo que buscas, que trabajas diez horas y que has dejado pasar cosas que nunca podrás perdonarte. En esos momentos todo te da igual.

Me alegro de que me agregases al msn, a ver si un día de estos coincidimos! últimamente no tengo mucho tiempo, pero malo será...

:)

Isabella dijo...

Holas wapa ^^

Me ha encantado leerte, porque de verdad me has hecho pensar en esas pequeñas cositas, en mis pildoras de la felicidad y por un momento he sonreido cual tonta.

Neovallense dijo...

En esta sociedad materialista esas cosas de las que hablas poco valor tienen (o le damos)... es una pena v_v

No hay nada mejor que salir al campo, sentarse sobre una roca, y escuchar el canto de los pájaros mientras se contempla el paisaje.

Un saludo.

Rukia dijo...

Vaya! Tras un parón del blog entro aquí y veo esto! Muchísmas gracias por comentarme. Me alegro que os guste. Esto hace que se retome el asunto con muchísmas más ganas.